«Comecei a ir ao peixe por afección co meu pai e tamén co meu avó»

Vanessa Lagares

BARBANZA

Este hombre, que cuenta con una amplia experiencia en el mundo del mar, preside el Náutico de Porto do Son desde el 2006

12 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La vida de Manuel Queiruga ha estado ligada siempre al mundo de la pesca, pese a que, durante casi una treintena de años desarrolló su vida profesional gestionando una tienda de comestibles y un bar. Este marinero en paro, que a día de hoy preside el Club Náutico de Porto do Son, tiene una amplia experiencia en la captura de diferentes especies, así como en la modalidad de pesca deportiva. La suma de estos dos factores es la que lo lleva a escoger como uno de sus rincones favoritos de Porto do Son los pantalanes del puerto, ya que, tal y como él apunta minutos después, «gústame moito o mar. Comecei a ir ao peixe por afección co meu pai e tamén co meu avó cando tiña arredor de 8 anos».

Pero un buen día, esa afición por la pesca se convirtió en profesión. Por aquel entonces Queiruga tenía 14 años y comenzó a ganarse la vida en una dorna que faenaba en las inmediaciones de la playa sonense de A Arnela. «Íamos coa técnica do espello, que hoxe case está extinguida. Andabamos ao polbo, á faneca e á centola, principalmente», indicó.

Servicio militar

Llegado el momento de hacer el ya extinto servicio militar, Queiruga se enroló en la marina. De aquella época guarda grandes recuerdos, alguno de los cuales, lo dejaría marcado para toda la vida.

«Cando estaba en Canarias no servizo militar subinme cun amigo a unha avioneta que se dedicaba a transportar correo. Montamos no avión, que tiña os asentos de madeira e ao que lle tiñan que amarrar as portas cun arame para que non se abriran, e cando estabamos voando o piloto fixo unha pirueta no aire. Eu quedei asustado para sempre. Pensei que nos matábamos», cuenta entre risas Queiruga. En seguida aclara que ese viaje fue el culpable que no quiera volver a subir en avión nunca más.

De hecho, hace unos años, para ir a Canarias a visitar a un hermano, cogió un barco en Cádiz, hasta donde fue previamente en coche. A la vuelta de la mili, Queiruga se enroló en un bacaladero que faenaba en Terranova.

Tras cuatro años de trabajo en alta mar, Queiruga regresó a Porto do Son para quedarse. Fue en ese momento cuando montó un bar y un ultramarinos en el lugar de Abuín. Aunque durante los alrededor de treinta años que regentó ambos establecimientos nunca dejó de ir a pescar, regresó al mar de manera profesional hace unos cinco años, cuando sus hijos decidieron seguir al frente del negocio familiar.

Nueva misión

A las múltiples facetas que tiene en su vida, se le unió una nueva hace tres años: la de ser el presidente del Club Náutico de Porto do Son. Al frente de este puesto, y con ayuda del resto de la directiva, se propuso el objetivo de conseguir ampliar en un centenar el número de amarres portuarios, poner a disposición de los socios una marina y seca y construir la futura sede del club. Y eso es precisamente en lo que trabaja a día de hoy.

Pero aparte de la puesta en marcha del afianzamiento del club, que comenzó a andar en diciembre del 2006, Queiruga tiene otra gran pasión: la pesca deportiva. Y así lo explicó: «Acudo a pescar a diferentes puntos da comarca varios días á semana. Collo robaliza, fanecas, maragotas, pintas, sargos... Logo tráioos para a casa e degústoos coa familia ou regálollas aos amigos, pero nunca as vendo», apuntó.

Esta afición lo llevó a organizar en el náutico sonense varias competiciones, tanto para adultos como para niños. De hecho, asegura que una de las cosas que más le gustan es ver a los pequeños con las cañas en la dársena. «No verán houbo 150 nenos no campionato. O torneo de pesca deportiva é un acto social que atrae moita xente, entre participantes e espectadores, e iso é bo para Porto do Son», dijo.