Un suceso puso en jaque el Gran Prix

BARBANZA

La muerte de un copiloto a punto estuvo de acabar con la prueba. Obligó a cambiar la estructura de la organización y a adoptar estrictas medidas de seguridad

24 may 2009 . Actualizado a las 02:26 h.

Carretera de O Maio. 15 de julio del 2000. En plena recta, uno de los bólidos que miden su rapidez en la pole position del Gran Prix de Carrilanas de Esteiro derrapa, hace un trompo y se sale de la vía por el margen derecho. El piloto sale ileso, pero su acompañante es evacuado al hospital de Santiago en estado inconsciente. Ocho días después muere debido a un traumatismo craneoencefálico y a lesiones en el tórax. El proceso judicial abierto a raíz de este trágico suceso a punto estuvo de acabar con una de las tradiciones más concurridas de Barbanza. El empeño que pusieron los promotores de la prueba consiguió ganar la batalla, pero el accidente marcó un antes y un después en la fiesta, obligó a modificar la estructura de la organización y a adoptar estrictas medidas de seguridad.

Pese a que aquel fatídico día de julio también pilotaba una de las carrilanas que luchaban por hacerse con un buen puesto en la parrilla de salida del Gran Prix, Rodrigo Molinos sufrió en carne propia las consecuencias de la demanda judicial interpuesta por la familia del joven de Vilaboa que murió en el accidente. Él, junto a Ramiro García Núñez, fue uno de los impulsores de esta carrera, allá por 1988, y en el 2000 seguía encargándose de la organización, aunque desde su puesto de secretario de la asociación Esteirana.

Rodrigo Molinos aún no encuentra explicación hoy en día a los motivos que llevaron al juez a condenarlo a pagar casi 15.000 euros, la misma cuantía a la que tuvieron que hacer frente el Concello de Muros, la Esteirana y el Banco Vitalicio: «É certo que eu era o encargado da organización da carreira, pero era un membro máis da directiva da asociación».

Incansable lucha

Pero, aún a sabiendas de que podía ser condenado, Molinos siguió al frente de los preparativos del Gran Prix los años posteriores al trágico suceso: «Eu nunca me considerei responsable daquela morte, foi un accidente e nada máis. Por iso decidín seguir adiante coas carrilanas, non quería que acabara desaparecendo a proba xa que, en vistas do ocorrido, ninguén quería asumir tanta responsabilidade».

Ni él ni su compañero de fatigas, Ramiro García, pudieron evitar que durante un par de años, en el 2005 y el 2006, se suprimiera la competición de Esteiro para dar paso a una jornada de exhibición de carrilanas. Pero ya no era lo mismo y el pueblo clamaba por la recuperación de la prueba, y sus promotores cedieron. El Gran Prix regresó en el 2007, aunque con importantes cambios con el fin de tratar de garantizar la seguridad de los pilotos, desde el incremento de las barreras y del personal encargado de la vigilancia hasta la salida individual de los bólidos, con un intervalo de tiempo de treinta segundos para evitar colisiones.

Al año siguiente, Molinos y la Esteirana reciben, como un jarro de agua fría, la sentencia del proceso judicial abierto en el 2000: «A resolución chegoume en xuño do 2008 e déronme ata fin de ano para pagar». En aquel difícil momento, Rodrigo vio compensado el trabajo que durante tantos años había dedicado a las carrilanas: «O pobo de Muros volcouse comigo e todas as asociacións colaboraron recadando fondos e organizando un festival. Nunca o esquecerei e sempre estarei en débeda cos meus veciños».

Aquella sentencia hizo que Rodrigo Molinos recapacitara: «O ano pasado xa non dei a saída do Gran Prix. Dende entón sigo colaborando, pero encárgome da parte máis lúdica da festa, da contratación de grupos musicais e da exaltación gastronómica».

La decisión judicial también provocó la introducción de cambios en la estructuración de la Esteirana. Desde principios de este año, una asociación cultural se encarga en exclusiva de la organización del Gran Prix de Carrilanas, mientras que otra entidad ha tomado las riendas de los equipos deportivos.

La primera de ellas se ha propuesto como primera meta adoptar las medidas necesarias para garantizar la seguridad de los pilotos que compiten en la prueba de Esteiro y de los miles de espectadores que la siguen detrás de la barrera. El objetivo prioritario es que nunca más haya que lamentar un trágico suceso como el que tuvo lugar hace nueve años.