«Amo a Noia y trabajar aquí y en lo que me gusta es un regalo de Dios»

Marta López Tejerina

NOIA

Esta mujer desprende una alegría contagiosa. Su carácter le ha servido para superar los momentos duros de la vida

06 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Siempre sonriente, Mari Paz Villanueva es un verdadero ejemplo de superación y fortaleza. Su tienda de manualidades en Noia se convierte, muchas veces, en un consultorio psicológico al que personas de toda la comarca acuden para charlar con ella y empaparse de su envidiable alegría y vitalidad.

El fantasma del cáncer azotó a su familia llevándose a su madre y a su hermana, y afectando también a otros familiares, entre ellos a su propia hija. Pero la enfermedad no consiguió borrar la sonrisa de esta mujer, que toma como modelo la vida de su madre, por la que siente gran admiración: «Era una mujer maravillosa, muy generosa con todo el mundo. Yo trato de seguir sus pautas».

Desde niña, Mari Paz demostró haber heredado la vena artística de su madre, que «pintaba al óleo como los ángeles. Incluso ganó varios premios». Nació en la Carreiriña, lugar que ella ha bautizado como «el triángulo de oro», ya que su casa ha estado siempre rodeada de artistas. «Los Mariño, los Costa, el zapatero Andrés, los Tamara... Crecí rodeada de gente con talento», dice. Recuerda que la castigaban por pintar hasta en las paredes. Su madre no le permitió estudiar Bellas Artes porque consideraba que pintando no podría ganarse la vida: «Lo primero que pinté fue el autorretrato de Van Gogh. Mi madre me castigó por haberle manchado sus pinceles y un lienzo».

Manitas

A pesar de no haber estudiado la carrera, Mari Paz ha dedicado su vida a la pintura y a las manualidades. Con 20 años y recién casada, comenzó a dar clases de mecanografía, taquigrafía y estenotipia. Durante un tiempo compaginó este trabajo con su gran afición: pintar. Desde hace nueve años tiene una tienda de manualidades en Noia que llamó Manitas en honor de una frase de su madre: «Manitas ocupadas, cabecita despierta». Además de ocuparse del negocio imparte nociones de manualidades en los concellos de Zas, Outes y Noia. De sus alumnos dice sentirse muy orgullosa: «Son unos artistas. Algunos me han superado y yo aprendo de ellos cada día». Sus clases son para ella «la reunión de un grupo de amigos y amigas que hablan, ríen, se cuentan sus penas...». Emocionada, recuerda a una alumna de Zas que padecía hemiplejia: «La animé para que viniese a mis clases a pintar. En un mundo tan individualista como el de hoy en día reunirse y compartir nuestras cosas hace mucho bien».

Mari Paz acude todos los años a muestras de manualidades y cada verano pone un puesto y un taller en la Feria Medieval de Noia: «Allí todo el mundo puede animarse a pintar conmigo».

Por su marido siente verdadera devoción. Se conocieron con tan solo 14 años y desde entonces siempre han estado juntos, para todo. «Lo vi un día en la Alameda de Noia y dije: ese es para mí», enfatiza. Mari Paz comparte cada momento con él, y asegura estar viviendo una segunda luna de miel ahora que sus hijos se han independizado y han formado sus familias. «Mi marido siempre me ha apoyado muchísimo. Y aunque a la gente le sorprenda, yo lo pongo por delante de mis hijos. Él llegó antes», dice sonriendo.

Esta mujer dice tener el corazón dividido en cuatro partes: «Mi marido, mis dos hijos, el resto de mi familia y mis amigos, y la que queda, para mí».

Su villa natal

Cuando habla de su villa natal, las palabras se quedan cortas. Los recuerdos se agolpan y Mari Paz no da a basto para relatar tantas anécdotas de momentos felices: «Cuando éramos niños jugábamos a los trompos y a los boliches debajo de los soportales. Luego llegaron los coches y nos mandaban a jugar al cementerio. Por eso desde niña ese lugar ha sido especial para mí».

No duda en señalar el cementerio de Santa María a Nova como su rincón predilecto, un remanso de paz que en muchas ocasiones le ha servido de desahogo y consuelo: «Es precioso, un jardín en el que me pierdo para pensar y estar conmigo misma». Es creyente, pero tiene una fe personal. «Creo en algo, no sé lo que es. No voy a misa ni nada. Pero pienso que todos necesitamos tener fe en algo para seguir adelante», explica.

La villa noiesa es su principal inspiración a la hora de pintar. El paisaje y los recuerdos de la niñez son los protagonistas de los cuadros que salen de su mente, cargados de emociones: «Un cuadro propio siempre esconde un sentimiento especial».

La vida de Mari Paz no ha sido fácil, pero ella se siente agradecida por todo lo que tiene, que es el fruto de su trabajo y su lucha diaria: «Soy muy feliz. Amo a Noia y trabajar aquí y en lo que me gusta es un regalo de Dios». Para ella cada día es una nueva aventura que vive intensamente: «Hay que vivir el día a día, y siempre con optimismo».

Hace cinco años nació su primera nieta, Águeda, con la que «se le cae la baba». Mari Paz desprende alegría allí donde va. A día de hoy dice sentirse tranquila y satisfecha. Cuando le preguntan cómo se encuentra, su respuesta es clara: «Siempre bien».