La fiesta del pueblo por excelencia

María Xosé Blanco Giráldez
M. X. Blanco RIBEIRA/LA VOZ.

AROUSA

Fueron vecinos de Ribeira los que idearon la celebración más singular de Barbanza y también los que, con el boca a boca, consiguieron que llegara a ser multitudinaria

04 jul 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Hoy atrae a miles y miles de personas llegadas de diversos puntos de Galicia e incluso de más allá de las fronteras de la comunidad pero, la fiesta más rachada y singular de todas cuantas se celebran en Barbanza, la Dorna, no siempre fue tan multitudinaria. En sus orígenes, hace nada menos que 62 años, era una reunión de amigos en torno a unas chiquitas, que derivó en un baile de gala primero y en un sinfín de actividades de lo más simpático y variopinto después. Ahora, el festejo con el que llegó a la comarca la moda de ataviarse con camiseta y pañoleta, atrae a las masas. Eso sí, mantiene la esencia de aquellos lejanos comienzos en los que, al igual que ahora, la diversión era el principal objetivo.

Para conocer el origen de la Festa da Dorna hay que retrotraerse a julio de 1948. Aquel año, al igual que los anteriores, la cofradía de pescadores de Ribeira sorteaba una dorna para recaudar fondos con los que sufragar las celebraciones del Carmen. No se sabe muy bien por qué, Lucho Sanmamed hizo correr el rumor de que él había sido el agraciado y, pese a ser falsa, la noticia se extendió como la pólvora y sus mejores amigos se reunieron en un bar para festejarla. Fue el propio Sanmamed el que le puso nombre a la fiesta. A quien le preguntaba por los motivos de tanta alegría, le respondía: «É a Festa da Dorna, que me tocou a min». Lo que seguramente no se imaginaba es que lo que estaba teniendo lugar en aquel bar era el primer asalto ao caleixón, que después derivaría en el juateke con el que actualmente se da el pistoletazo de salida al programa.

Sanmamed ideó la Dorna y, durante sus primeros años de singladura, logró impulsarla con la ayuda de José Bouzas, Ventura Suárez, Julián Elorduy, Constantino Cobas, José González, Juan García y Manuel Cores. En aquella época, la fiesta se ceñía a un baile, que se celebraba en una sala de la ciudad, en torno al 24 de julio. A esta actividad, se sumó en 1952, una vertiente benéfica. Los organizadores decidieron comprar una dorna para regalársela al marinero más necesitado. El beneficiario resultó ser Juan Milleres Callón.

La idea gustó y, al año siguiente, fue la factoría Busóns la que donó la embarcación. Su ejemplo fue seguido por otras fábricas y en 1956 se repartieron cuatro dornas entre los pescadores necesitados. La iniciativa de carácter solidario continuó vigente hasta 1966. De forma paralela, la fiesta fue ganando en importancia, al contratarse orquestas para amenizar el baile de gala e, incluso después, gaiteiros y bombas para animar las calles durante el día.

Un giro radical

En los años posteriores hubo nuevas singladuras, con sus consiguientes altibajos, en los que nombres como Lisardo Valeiras, Alejandro Llovo y miembros de las familias Villaverde y Colomer jugaron un papel importante a la hora de evitar el fin de la tradición. Así, hasta que en 1988, coincidiendo con el cuarenta aniversario de la fiesta, un grupo de ribeirenses decidieron que había llegado el momento de darle un giro a la fiesta. Uno de aquellos amigos que idearon lo que hoy en día es la Dorna, Santi Páramo, recuerda que el objetivo de su pandilla era darle un empujón a la celebración: «Perdera fol e decidimos que para facela revivir había que conseguir que fose máis participativa. O finado de Carlos Iglesias e máis eu decidimos retomar unha idea que quixeramos poñer en marcha no fin de ano do 1986, consistente en fundar as peñas».

En aquella primera edición de lo que puede llamarse la Dorna moderna, hubo top secret, un desfile que giró en torno al expolio que estaban sufriendo las dunas de Corrubedo, donde se extraía arena; y hubo examen de patróns. Formaban el tribunal, además de Páramo e Iglesias, Vicente Sánchez y Marcelo Valeiras. Dieron su visto bueno a las primeras peñas dorneiras: Kirie Lison, Cajaboi Island -grupo al que pertenecía el núcleo organizativo de la fiesta-, Berberechos Asasinos, Cabuxos do Mar, As Parrochiñas da Ría, Os Petóns, Pedra Pateira, As Nasas, Os Lorchos y As Fanecas Bravas e os Cinco Fodonsiños.

Santi Páramo recuerda que, aquella primera vez, fueron unas doscientas las personas que participaron en las actividades diseñadas, una cifra que al año siguiente se duplicó y que, en 1991, pasó a ser multitudinaria. Lo mejor de todo es que fue el boca a boca el que movió a las masas: «Cada persoa que participaba na Dorna pasaba a ser un axente publicitario. Aquela foi, sen dúbida, a maior campaña de promoción gratuíta que se fixo de Ribeira en toda a historia», explica Santi Páramo.

Y, en cada singladura, la fiesta crecía en público y también en actividades. En el 89 se disputó la primera Rejata de Embarcasións Feitas á Machada; en el 90, el Sertame Itinerante de Cansión de Tasca; luego el Encontro de Xojos Populares, las carrilanas y, así, hasta completar una larga lista de divertidas competiciones que, como no, en breve volverán a llenar de humor y colorido las calles de Ribeira.

Aunque la Dorna sigue más viva que nunca, Páramo considera que quizás haya llegado la hora de darle otro nuevo giro: «O ritmo que esixen as peñas é excesivo para os adultos, sobre todo para os que traballan. Habería que buscar fórmulas para que a festa seguira sendo total para os de corenta anos e máis, para aqueles que puxeron en pé a Dorna». Se trata de un nuevo reto que, seguro, se puede superar.