Fuego en el corazón de Arousa

AROUSA

El 15 de diciembre del 2008, un carguero chipriota se hizo un hueco en la historia negra de la ría. Un marinero encontró en el «Doxa» su tumba de hierro y llamas

06 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El 14 de diciembre del año pasado nada hacía pensar a los arousanos que, al día siguiente, iban a vivir una de esas jornadas negras que se registran en la ría cada cierto tiempo. Las previsiones del tiempo avanzaban que el lunes 15 iba a ser un día frío pero soleado, en el que barcos de Cambados y Rianxo se harían al mar para capturar la primera vieira de la temporada. Nadie se imaginaba que, durante la noche, un carguero chipriota bautizado como Doxa iba a reclamar una dramática cuota de protagonismo. Según relata la Comisión de Investigación de Accidentes Marítimos en su informe provisional sobre lo ocurrido hace un año, «a las tres de la madrugada, mientras se encontraba fondeado en la ría de Arousa a la espera de órdenes y tras haber descargado, se declaró un incendio a bordo del Doxa». Un marinero falleció en aquel infierno de llamas, ocho tripulantes más sufrieron intoxicaciones, y el barco quedó profundamente herido.

Han pasado doce meses, y poco más se sabe de lo que ocurrió en el Doxa de lo que ya entonces se conocía. Según la Comisión de Investigación de Accidentes Marítimos, «la investigación está en curso, liderada por el estado del pabellón del barco».

¿Qué pasó en el carguero? La descripción oficial de lo ocurrido es muy escueta. Según la CIAIM, el capitán, «ante la imposibilidad de combatir el fuego con los medios de abordo, ordenó el abandono, siendo rescatada su tripulación por la embarcación del Servicio de Vigilancia Aduanera Colimbo II, que se encontraba en esos momentos patrullando la ría. En el momento del rescate se encontraba desaparecido el tercer oficial de máquinas, quien sería más tarde encontrado por los bomberos fallecido en su camarote». Según continúa el informe oficial, «una vez extinguido el incendio y tras verificar que no había síntomas de contaminación ni riesgos de esta, se le dio remolque para conducirlo a puerto, donde quedó amarrado».

Ahí finaliza, de momento, la historia oficial del accidente del Doxa. Una historia técnica, neutra, en la que no tienen cabida ni la simpatía hacia los 21 tripulantes -en su mayoría filipinos- que lograron escapar del infierno, ni el reconocimiento para todos los que se convirtieron en héroes durante aquellas horas, desplegando un operativo de salvamento y rescate que funcionó a la perfección.

Los héroes

Y hubo unos cuantos héroes silenciosos. Martín Rosales, el capitán marítimo de Vilagarcía, apuntaba días después del incendio a algunos de ellos: los propios tripulantes. «Hubo quien llegó a salir del hospital para guiar a los bomberos y ayudarnos en todo», dijo el responsable de la seguridad en la ría. Si la voluntad de los marineros fue importante, más determinante resultó el impecable ejercicio de profesionalidad desarrollado por los bomberos de O Salnés. El responsable de este servicio, David Padín, recuerda perfectamente aquella jornada. Nada más conocer la noticia, llamó a toda la plantilla. Y mientras los bomberos iban llegando y pertrechándose, él y el capitán marítimo se trasladaron al barco «para hacer una primera inspección», que incluía un rastreo con la cámara de visión térmica y una valoración de la escora del barco. «Luego volvimos a tierra a recoger al resto de la gente y nos dividimos en dos grupos: uno para buscar a la persona que se encontraba desaparecida y otro para realizar las tareas de extinción». Nada fue fácil en aquella eterna jornada de trabajo. Ni acceder al barco. «Tuvimos que subir por una escalera de gato -de cuerda- y con el equipamiento tan pesado que llevamos resultó bastante complejo». Casi tanto como manejarse en los angostos pasillos del buque, cegados por el denso humo.

«Todo era complicado. Estábamos en un medio que no dominábamos, el suministro de agua era complejo, porque el barco tenía inutilizadas sus bombas, y además teníamos que calcular con mucho cuidado cuánta usábamos, porque en el barco las superficies eran de hierro y si generábamos mucho vapor al final lo que íbamos a lograr era cocernos».

Todos los cálculos se hicieron a la perfección, y la maniobra de extinción del fuego fue aplaudida unánimemente. Aún así, los bomberos han querido seguir formándose para hacer frente a este tipo de situaciones, y cada cierto tiempo visitan barcos atracados en Arousa. «Especialmente los que traen mercancías que pueden resultar peligrosas».

Traslado

El Doxa fue remolcado al puerto de Vilagarcía, donde permaneció hasta que su armador, Giorgos Alexandratos, decidió ordenar su traslado al puerto de El Pireo. Cuando el barco inició su largo viaje hacia Grecia -tenía casi 4.000 kilómetros por delante- el mes de enero ya estaba enfilado. Bastante antes, los tripulantes filipinos habían podido regresar a su país. Tras pasar varios días hospedados en Vilagarcía, temiendo no poder regresar a casa a tiempo para la Navidad, el 19 de diciembre los tripulantes recibieron la visita del cónsul honorario de Filipinas en Galicia, Elías Lamelas, quien les entregó los salvoconductos que les abrirían las fronteras de España. Su odisea se acabaría allá.