AREOSO | O |

11 oct 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

LA JUSTICIA falla, pero no sólo porque los juzgados estén colpasados y tarden años en dictar sentencia, o porque quien tiene posibles se paga el mejor abogado, o porque los asuntos se acumulen en los despachos mientras cada dos años cambian los jueces, o porque un preso aproveche un permiso para no regresar a la cárcel y delinquir de nuevo en ese periodo. La justicia falla porque fallamos todos, porque permitimos que lo injusto se convierta en cotidiano. Tenemos dos ejemplos bien cercanos y, como suele decirse, de rabiosa actualidad en la comarca. Está por un lado el taxista, Juan Oliveira Platis, un hombre amable y educado que se siente víctima dos veces. Víctima por haber recibido dos disparos de un delincuente y víctima porque a causa del accidente estuvo dos meses sin llevar un euro a casa y pagando el arreglo del vehículo que necesita para volver a trabajar. Y está por otro lado una honesta familia de Catoira que tuvo la mala suerte de criar un hijo enfermo que les robaba y les maltrataba, y pese a haber llamado a muchas puertas, pese a pedir ayuda y reclamar que lo internaran en un centro, que ellos no podían con él, nadie les hizo caso. Ahora lloran de pena porque su vástago está en la cárcel acusado de haber quemado 800 hectáreas de monte este verano en Barbanza. A algún político se le cayó la cara de vergüenza cuando hace unas semanas todos nos estremecimos con la muerte por desnutrición de un niño en Ponteareas. Quintana dijo que había fallado el sistema. Cierto. Pero el sistema falla todos los días, porque es más fácil para todos mirar para otro lado y que cada palo aguante su vela. Que no es sólo el caso de Ponteareas, ni el del taxista arousano ni el de la familia de Catoira, que hay miles de tragedias diarias que no salen en los periódicos durante años. Hasta que un día salen, pero entonces ya no hay remedio que valga.