El Teucro vuelve al Olimpo

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Capotillo

Los azules se despiden de Plata con un partido emocionante ante un rival complicado, el Barcelona B

23 abr 2017 . Actualizado a las 18:29 h.

Ni siquiera ellos estaban preparados para la celebración, pero cinco segundos antes de que sonara la bocina que ponía fin al partido contra el Barcelona B en el pabellón municipal el cuerpo técnico, la plantilla y la afición del Teucro supo que ya estaban en Asobal. De vuelta. El equipo pontevedrés tardó menos de una temporada completa en regresar a su hábitat nacional, la máxima categoría del balonmano español. Fue Carlos García el primero en celebrar, todavía sobre la pista y en mitad del juego, la tan esperada y deseada promoción a las alturas de este deporte. Acaba de extenderse entre las gradas y el banquillo la inesperada noticia de que el Palma del Río había perdido en Bordils en el último minuto. El empate en el pabellón municipal de Pontevedra era suficiente.

En cuestión de décimas de segundo la mecha prendió en una marea azul completamente entregada al equipo desde el primer minuto de encuentro, y la bomba del regreso a Asobal estalló en forma de abrazos, lágrimas, champán, agua y muchas, muchas sonrisas. La cancha se llenó de alegría, de niños y de fieles seguidores del Teucro que no podían, ni querían contener la emoción. El Teucro, ahora sí, jugará contra el Barça A. El B se queda en la División de Honor Plata junto al sudor y los esfuerzos constantes de los jugadores, técnicos, directivos y seguidores del club teucrista.

Se liberaba, así, finalmente, la tensión que durante la segunda mitad del primer tiempo se apoderó del equipo local hasta hacerle temer por la victoria. Nada hacía presagiar, tal como discurrió, que la cosa iba a terminar en fiesta. En una larga e incontenida celebración. Y es que se fue desinflando el Teucro a medida que avanzaba la primera parte. Comenzaron marcando y mantuvieron la ventaja en el marcador durante los primeros diez minutos, en los que marcaron, además de siete goles, el ritmo del partido. Más preocupados por marcar que por defender, ambas porterías parecían un coladero hasta que, tras casi siete minutos de encuentro, se estrenó Lloria. Y, una vez rota la ausencia de intervenciones, el guardameta azul protagonizó varias acciones brillantes (minuto 18 y 22).Mientras, Carlos García comenzaba la conquista de un territorio que se negó a abandonar durante el resto del enfrentamiento. Él y Dani Hernández hicieron el grueso del trabajo entre tiros liftados (minuto 5) y de rosca (a la izquierda del portero, minuto 15). Eso, solo en los dos penaltis que el árbitro pitó a su favor. 

El punto de inflexión

Pero el intercambio de goles apenas duró once minutos. Fue hasta que ambos equipos se atascaron en una sucesión de faltas que ralentizaron el partido e impidieron que el luminoso pudiera mostrar algo de vida sobre la cancha. Solo dos goles logró meter el Barcelona en los siguientes cinco minutos. El Teucro, ninguno. Y no solo eso, sino que le costó meter los pocos que sí consiguió transformar. En parte, porque entró en una dinámica complicada de pérdidas de balón orquestada, sobre todo, por el verde Víctor Tremp, que dejaba al aire las debilidades de los locales. Fueron ellas las que lo arrastraron a la cola de un marcador en el que los blaugranas les sacaban sus cinco tantos de ventaja (11-16, minuto 28).

Les sirvió de advertencia, tomaron nota de la primera mitad, y atrás el descanso saltó a la pista un equipo completamente diferente. Se notó en el espectáculo que ofrecieron, y también en el marcador, que lograron igualar en catorce minutos, obligando al técnico blaugrana a pedir un tiempo muerto. Las paradas de Santana y los ataques de García y Hernández, este último combinados en fintas a punto débil, a punto fuerte, pases a pivote, en salto nueve y de penetración volvieron a levantar a las gradas. Física y moralmente. Aunque la afición no dejó de animar en ningún momento, los gritos de «sí se puede» se empezaron a escuchar más fuerte que nunca.

Aún quedaban quince minutos de partido, y el Barcelona intentaba por todos los medios recuperar la superioridad de la que hizo gala durante el primer tiempo. No fue capaz. Ahora eran los azules los que robaban los balones y los que, aun con solo cuatro en cancha, se permitían el lujo de marcar dos goles y, de propina, dejar que Santana se luciera con una parada con la que las gradas se desgañitaron. Era solo el principio de una larga sucesión de pequeñas conquistas que llegaron a situar al Teucro a dos goles de ventaja a falta de tres minutos para el final del encuentro, distancia que el Barça logró reducir al dejar el encuentro en tablas. Pero no fue suficiente para frenar al Teucro su vuelta a casa.